Un testar contemporáneo
en Elche
Arco de poniente de los dos del acueducto denominado Arquet del Bisbe.
Los parajes que rodean
ambas márgenes del Vinalopó al norte de Elche son siempre
sorprendentes para el caminante curioso. El paisaje, a menudo reseco,
desértico, está salpicado de formaciones rocosas en las terrazas
del río, ornadas de bosquetes de palmeras, de restos arquitectónicos
de antiguas obras hidráulicas, de ruinas de fábricas y molinos que
hace mucho se abandonaron.
En el interior del arco pueden verse las acumulaciones calcaréas por filtraciones de siglos.
Grandes sillares de calizas grises raiblienses en los alrededores de la obra.
No era difícil en tiempos de d. Pedro
Ibarra tropezarse por estos parajes con cerámicas antiguas, que
delatan la existencia de yacimientos arqueológicos en una y otra
margen. Desde el Molino Real hacia el norte, en paralelo al cardo de
la centuriación romana de Illici y hacia la margen izquierda, se suceden los lugares ocupados de antiguo, llamados: Caramoro, un fortín de la edad del bronce, hoy partido por
la autovía; Aigüa dolça i salà, donde recientemente se ha
excavado junto a los chopos de Elche, rebautizando el solar excavado como Els Xops, y la Moleta, una meseta
inclinada, en su día al menos en parte murada, que controlaba el paso de la sierra por
este lado y donde se documenta por las cerámicas de superficie, una
ocupación también del bronce, que llega hasta época islámica, con
asentamiento ibérico y romano.
Cantos de las terrazas del río y argamasa conforman la obra de mampuesto.
En la margen derecha, de sur a norte,
el desaparecido poblado de la Figuera Reona y, unos cientos de metros
aguas arriba, el Promontori, lugar de aprovechamiento de arcillas
para producir vasos campaniformes, como lo atestiguó la excavación
de unos fondos de cabaña donde el material cerámico excedía con
mucho las necesidades previsibles de una comunidad familiar y permitió concluir al excavador que era un alfar. Más
arriba, el Puntal del Búho, en la serreta del mismo nombre, con ocupación prehistórica en varias de sus cimas, junto al
camino que va al Castellar de Morera, el más grande yacimiento con
ocupación del bronce valenciano y su fortín medieval islámico, en la
margen derecha, junto al muro del pantano.
Paisaje singular del cauce del Vinalopó.
Vista del cauce desde La Moleta hacia el sur.
Las obras de
canalización que para la traída de aguas a Elche se hicieron desde
antiguo salpican estos parajes. Y de esa riqueza que, en forma de
agua, nutría la reseca tierra del solar ilicitano, supieron
aprovecharse una sucesión de molinos harineros, almazaras, y, más
tarde, fábricas de cerámica y algunas de las primeras industrias
textiles, de tinturas y alpargateras de la ciudad.
A esta altura el cauce del río se ensancha, hasta llegar al Aigüa dolça i salà. inmediatamente al norte.
Desde el lugar que llaman
l´Arquet del Bisbe, canalización costeada por el obipo Siuri, en el
paraje de Huertos y Molinos, partida de Altabix, y más concretamente
del arco de poniente de los dos que con anmtigua sillería sostienen
la acequia, parte un sendero hacia el cauce.
Tréboles y agrets.
Estrechándose, entre
palmeras y vegetación salvaje, entre tréboles y agrets, conduce a
unas pendientes o lomas que caen a plomo al nivel del cauce del río.
Están sembradas de escombros cerámicos de edad contemporánea: es
tanta la abundancia de este y sólo este material, que resulta claro
que era seleccionado par allí ser transportado en carros y vertido,
separándolo de restos orgánicos y otras basuras o escombros de
construcción que el pueblo, luego ciudad, producía año tras año.
Testares de cerámica salpican todo el suelo.
Toda la vertiente a izquierda del sendero, antes de caer en abrupto a
un barranquito que llega al mismo cauce del río, está cubierta por
una tupida capa de fragmentos cerámicos, predominando la destinada
al uso doméstico, tanto vidriada como sin vidriar.
Abundan las formas de uso doméstico.
De esta última
la reina es la de Agost, en formas de contenedores grandes o medianos
de agua: botijos, cántaras de formas variadas, bebederos para
animales... de la vidriada se ven producciones en verde, más
abundantes las meladas interiormente para fuego directo,
refractarias, con formas como fragmentos de marmitas, ollas,
fuentes...también las hay esmaltadas en blanco y, menos abundantes,
fragmentos de lozas del ajuar fino de las casas, algunas de
principios del siglo XX, otras de casi mediado, que a veces conservan
en el pie el sello o marca de fábrica.
Las formas más grandes,
parcialmente vidriadas en verde, corresponden a grandes lebrillos de
los que se usaban para lavar la ropa, los platos, etc.
Vidriados en verde, blanco, amarillo o miel.
Fragmento de lebrillo melado.
Formas de barro de Agost sin vidriar, para contener agua.
Fragmento de alcadafe de Triana, polícromo.
Regatos de agua que se pierde de la acequia.
Siguiendo el
sendero, en parte anegado por roturas de la conducción de aguas, se
llega a las ruinas del molino llamado del Cèntim, donde nos llaman
la atención una serie de construcciones en sillería y aparejo de
piedra o ladrillo, relacionados con un sifón de la acequia mayor, de
buena cantería.
Molino llamado del Cèntim. Cauce del Vinalopò.
Parece que hay se quemaban restos de vidrio y de
hierro, pues una escombrera que cae desde la chimenea de una antigua
fabrica ue sopbre los restos del molino se conserva, es rojiza por la
abundancia de hierros oxidados y quemados y está llena de fragmentos
de vidrios deformes por la fusión a temperaturas elevadas.
Restos de vidrio y metal quemados.
Obra de sillería en la base.
Acueducto antiguo.
Encaje de la acequia entre bloques de sillería.
Elche antiguo y contemporáneo.
La senda
nos lleva, finalmente, al acueducto que derivaba aguas a la acequia
de Marchena atravesando el cauce, del que aún se conservan varios
arcos de sillería junto al extremo noreste del actual Puente del
Bimilenario. En fin, un paseo interesante y un lugar lleno de
historia que aún conserva el encanto de lo olvidado.
Testares de Elche.
Parte ancha del cauce.