Cerámica
andalusí del Castillo del
río de Aspe
Castillo del río de Aspe.
Cerca de Aspe, en la margen izquierda del Vinalopó que por aquí ya está exhausto, hay un castillo sobre un alto, en un meandro del río donde entre carrizos anidan los patos. El cerro sobre el que se asienta está rodeado de lienzos de muralla de mampostería, semi arruinada, y conserva restos de doce torreones, algunos en peligro de desmoronarse del todo, delimitando un gran espacio que forma terrazas, el albacar de la fortaleza. Es un paisaje singular que rezuma historia, es una pena que las chumberas que colonizaban las ruinas estén afectadas por una enfermedad que afea el conjunto.
Una de las doce torres de Aspe el Viejo.
Las chumberas han enfermado, antes le daban un sabor al paisaje.
Fue excavado en parte, y nos dice Rafael Azuar que este recinto daría cobijo a unas trescientas personas, que habitaban casas de una altura con cubiertas de ramaje y barro y tenían sus animales y almacenes en ese gran patio común.
Recreación del interior de una vivienda andalusí en Algeciras.
Casa en ruinas en las proximidades; los materiales y técnicas constructivas serían similares: piedras, argamasa de yeso y cal, barro.
Sería
por tanto un asentamiento rural islámico que, por ser citado por las
fuentes árabes, debía tener la entidad de cabeza administrativa de
un hisn árabe. Para su defensa, los habitantes construyeron,
a mediados del siglo XII, la fortaleza, junto al río para disponer
de agua, pero alejada de las alquerías que explotaban las huertas
fértiles de Aspe, tan afamadas.
Una
de esas fuentes es el almeriense Al-Udri, geógrafo de Dalías que en
el siglo IX hace mención de Ash o Asf, o sea, la alquería de Aspe,
coincidiendo este lugar con el itinerario que describe en su trabajo
sobre la Marca Superior de Al Andalus, centrado en la Cora de Tudmir.
Arabe, tomado de Boulanger.
Estos
moros de Aspe, que dependían de los Banu Hud de Murcia a mediados
del siglo XIII, en 1225 se enfrentaron a los cristianos de Alvar
Fáñez, y tuvieron muchas bajas.
Escaramuza entre árabes y cristianos, Museo de Alcoy.
A la fecha, los correspondientes
enterramientos no han aparecido. Hay una importante necrópolis
cerca, en Vistalegre, pero es cinco siglos más antigua, visigoda.de
cuatro siglos. Tampoco sabemos dónde vivían estos visigodos ahí
enterrados, por cierto, pues el poblamiento tardorromano está
atestiguado en los alrededores sólo hasta el siglo VI, y las tumbas
de vistalegre están fechadas en el VIII.
Jarrita tardorromana. Museo de Alcoy.
El
caso es que este lugar se despobló, trasladándose la población al
lugar del Aspe actual. Algo parecido podemos imaginar que pasó con
los moros de Elche que ocuparon lugares estratégicos al norte de la
actual población, como La Moleta o El Castellar de Morera, pienso,
pero es algo por estudiar.
La
fortaleza conocida como Ash, Asf, o Aspe el Viejo, fue por tanto
ocupada durante un siglo aproximadamente. Pero las excavaciones nos
confirman que los terrenos que ocupa fueron nivelados con tierras que
contienen restos de habitantes mucho más antiguos. Si el espacio que
ocupa la fortaleza lo encuadramos en uno más amplio, abriéndolo en
superficie hacia el Tabayâ, constataríamos una ocupación
ininterrumpida durante más de dieciséis siglos.
Fragmento de cerámica ibérica pintada: Todos los fragmentos fotografiados quedaron en su lugar.
Don
Daniel Jiménez de Cisneros, infatigable profesor que se interesó a
principios del siglo XX por los fósiles, a menudo encontraba restos
arqueológicos en sus excursiones, de los que daba cuenta en el
Boletín de la Real Sociedad Española de Historia Natural. Allí
dijo que en el Castillo del Río de Aspe (donde residió) se
encontraban restos de cerámicas micáceas, como él llamaba a la
cerámica a mano con desgrasantes, además de celtibérica (ibérica)
y barros saguntinos, es decir, terra sigillata. También Don Pedro
Ibarra, el ilustre archivero ilicitano, recorrió este paraje, y a
esas pastas micáceas las llamó, imprecisamente porque entonces no
lo tenían fácil, “neolíticas”.
Don
Enrique Llobregat, a quien tuve el honor de conocer, siendo yo
adolescente, durante las excavaciones del Cabezo Lucero, menciona en
su Tesis Doctoral sobre la Contestania Ibérica, el hallazgo de un
lekythos ático, que da
la cronología más antigua, un idolillo y una lápida romana junto a
cerámicas pintadas ibéricas y sigillatas,
“cerca“ del
Castillo del Río.
El bloque desplomado
Conglomerado que conforma el bloque. Cantos rodados
de las terrazas del Vinalopó.
Recientemente,
recalzando una torre del castillo, se ha encontrado un muro de
mampostería de una estancia con su pavimento, perteneciente a una
vivienda de las postrimerías de la etapa romana. En el habitáculo
los arqueólogos, se nos cuenta, han recuperado vajilla fina a
molde, ánforas importadas de Túnez así como cerámicas comunes de
cocina, según un diario local. Y ello de principios del siglo VI
después de Cristo.
Rafael
Azuar había mencionado antes, entre la tierra revuelta de sus
excavaciones, fragmentos de cerámica ática, campaniense e ibérica
y, sobre todo, sigillata clara D, con sigillatas grises.
Carrizos del Vinalopó, al pie del castillo. es una zona de caza abundante.
Dice
José Ramón García Gandía, en su Síntesis arqueológica de Aspe,
y siguiendo a Alfredo González Prats, que en el Castillo del Río
los niveles ibéricos, o bien fueron totalmente arrasados por las
construcciones islámicas, o la cerámica ibérica formaba parte de
las tierras utilizadas como tapial por las gentes que acondicionaron
la zona ya en el siglo XII.
En
resumen, antes de ser una alquería islámica que fue fortificada en
el siglo XII, hubo, si no en el lugar exacto de la misma, sí en un
espacio más amplio que comprendía éste, un poblado ibérico desde
cuatro siglos antes de Cristo, que, romanizado, fue villa rústica.
Esta villa se identifica hoy con la citada por el Itinerario de
Antonino como Aspis. En todo caso, situada en el recorrido de la Vía
Augusta.
Nos
describe la citada Síntesis de García Gandía, siguiendo a
Reynolds, que los materiales aparecidos muy cerca de este lugar, en
un punto donde aparecieron cuatro enterramientos expoliados, son
tardorromanos, sigillata africana de entre los siglos VI y VII de
nuestra era.
La
cerámica andalusí, cuya descripción tomamos de Azuar, confirma
esta ocupación de la fortaleza de en torno a un siglo. De una parte,
dice su excavador, no aparecen cerámicas en verde y manganeso, ni
cuerda seca, ni con esgrafiado o verdugón, es decir, no hay
evidencias de cerámica califal o taifal. Tampoco algunas de las
cerámicas características de los siglos X y XI, como candiles de
piquera, o ciertas formas típicas de redomas o marmitas, por lo que
adscriben la ocupación desde la segunda mitad del XII a fecha límite
1.268, período que el autor denomina “africano”.
Torre del castillo del río. Una estampa más del importante legado de fortalezas medievales de Alicante.
Candil de cazoleta abierta y pellizco, con asa, vidriado con óxido de hierro. museo de Alcoy.
Interior de una de las torres.
Olla globular sobre un anfre para meter brasas, Museo de Alcoy.
Redoma de base plana vidriada en turquesa, museo de Alcoy.
Otro de los doce cubos del castillo del río de Aspe.
Podía titularse Los moros de Elche. Tomado de Boulanger.
Sobre el conglomerado de cantos natural, hiladas de piedra.
Sobre ellas, el encofrado de argamasa típico islámico.
Aspe el Viejo.
arqueológica también.
Vasar andalusí recreado en el Museo de Alcoy
Finalmente,
acompaño el resumen descriptivo de las cerámicas hispano árabes
que han proporcionado las sucesivas excavaciones:
ataifores
vidriados en verde claro o turquesa,
redomas
piriformes de base plana en verde interior y exterior,
jarras
de cuello alto (tipo cántaro) en barro claro decoradas con manchas o
goterones de óxido de hierro,
jarritas
pintadas en manganeso con decoración geométrica, otra de cuatro
asas pintada al manganeso con falsa epigrafía sin esgrafiar,
otras
jarritas de base plana algo convexa y cuello recto algo abierto y
asas rectas con base en el cuello decoradas con tres pinceladas de
manganeso cruzadas en la panza y tres en el cuello, cazuelas planas
de base convexa con borde moldurado para tapadera y dos asas en
pasta roja con desgrasantes y vedrío melado interior,
tapaderas
cóncavas de pedúnculo central y labio plano,
alcadafes
con abundante desgrasante vegetal, sin marcas de torno, y peinados en
la panza,
marmitas
globulares de cuello alto y recto, labio biselado al interior y dos
asas, de pasta roja vidriada al interior y goterones,
tinajas
con decoración de ondas, peinados y ungulados, algún estampillado
degenerado.
Jarrita andalusí reproducida por el autor, Juan Antonio Pérez Meca.
Barro del Vinalopó.