domingo, 3 de enero de 2016

Cerámica andalusí del Castillo del río de Aspe





 Cerámica andalusí del Castillo del río de Aspe 

 

 

Castillo del río de Aspe.

Cerca de Aspe, en la margen izquierda del Vinalopó que por aquí ya está exhausto, hay un castillo sobre un alto, en un meandro del río donde entre carrizos anidan los patos. El cerro sobre el que se asienta está rodeado de lienzos de muralla de mampostería, semi arruinada, y conserva restos de doce torreones, algunos en peligro de desmoronarse del todo, delimitando un gran espacio que forma terrazas, el albacar de la fortaleza. Es un paisaje singular que rezuma historia, es una pena que las chumberas que colonizaban las ruinas estén afectadas por una enfermedad que afea el conjunto.

 

                                                  Una de las doce torres de Aspe el Viejo.

                               Las chumberas han enfermado, antes le daban un sabor al paisaje.

 Fue excavado en parte, y nos dice Rafael Azuar que este recinto daría cobijo a unas trescientas personas, que habitaban casas de una altura con cubiertas de ramaje y barro y tenían sus animales y almacenes en ese gran patio común.

 

 Recreación del interior de una vivienda andalusí en Algeciras.


Casa en ruinas en las proximidades; los materiales y técnicas constructivas serían similares: piedras,   argamasa de yeso y cal, barro.

Sería por tanto un asentamiento rural islámico que, por ser citado por las fuentes árabes, debía tener la entidad de cabeza administrativa de un hisn árabe. Para su defensa, los habitantes construyeron, a mediados del siglo XII, la fortaleza, junto al río para disponer de agua, pero alejada de las alquerías que explotaban las huertas fértiles de Aspe, tan afamadas. 


                                          Albacar, recinto común al descubierto intra muros.

 

Una de esas fuentes es el almeriense Al-Udri, geógrafo de Dalías que en el siglo IX hace mención de Ash o Asf, o sea, la alquería de Aspe, coincidiendo este lugar con el itinerario que describe en su trabajo sobre la Marca Superior de Al Andalus, centrado en la Cora de Tudmir.


 Arabe, tomado de Boulanger.

Estos moros de Aspe, que dependían de los Banu Hud de Murcia a mediados del siglo XIII, en 1225 se enfrentaron a los cristianos de Alvar Fáñez, y tuvieron muchas bajas.




Escaramuza entre árabes y cristianos, Museo de Alcoy.

 
 A la fecha, los correspondientes enterramientos no han aparecido. Hay una importante necrópolis cerca, en Vistalegre, pero es cinco siglos más antigua, visigoda.de cuatro siglos. Tampoco sabemos dónde vivían estos visigodos ahí enterrados, por cierto, pues el poblamiento tardorromano está atestiguado en los alrededores sólo hasta el siglo VI, y las tumbas de vistalegre están fechadas en el VIII.

 
Jarrita tardorromana. Museo de Alcoy.


El caso es que este lugar se despobló, trasladándose la población al lugar del Aspe actual. Algo parecido podemos imaginar que pasó con los moros de Elche que ocuparon lugares estratégicos al norte de la actual población, como La Moleta o El Castellar de Morera, pienso, pero es algo por estudiar.



                                             Baños árabes de Elche, la vecina Madinat Ils.


La fortaleza conocida como Ash, Asf, o Aspe el Viejo, fue por tanto ocupada durante un siglo aproximadamente. Pero las excavaciones nos confirman que los terrenos que ocupa fueron nivelados con tierras que contienen restos de habitantes mucho más antiguos. Si el espacio que ocupa la fortaleza lo encuadramos en uno más amplio, abriéndolo en superficie hacia el Tabayâ, constataríamos una ocupación ininterrumpida durante más de dieciséis siglos.

 
Fragmento de cerámica ibérica pintada: Todos los fragmentos fotografiados quedaron en su lugar.


                                             Fragmento de cerámica ática de barniz negro.
Don Daniel Jiménez de Cisneros, infatigable profesor que se interesó a principios del siglo XX por los fósiles, a menudo encontraba restos arqueológicos en sus excursiones, de los que daba cuenta en el Boletín de la Real Sociedad Española de Historia Natural. Allí dijo que en el Castillo del Río de Aspe (donde residió) se encontraban restos de cerámicas micáceas, como él llamaba a la cerámica a mano con desgrasantes, además de celtibérica (ibérica) y barros saguntinos, es decir, terra sigillata. También Don Pedro Ibarra, el ilustre archivero ilicitano, recorrió este paraje, y a esas pastas micáceas las llamó, imprecisamente porque entonces no lo tenían fácil, “neolíticas”.

                                                            Tiestos. Castillo del Río.


Don Enrique Llobregat, a quien tuve el honor de conocer, siendo yo adolescente, durante las excavaciones del Cabezo Lucero, menciona en su Tesis Doctoral sobre la Contestania Ibérica, el hallazgo de un lekythos ático, que da la cronología más antigua, un idolillo y una lápida romana junto a cerámicas pintadas ibéricas y sigillatas, “cerca“ del Castillo del Río.




                         Aparece en gris la zona recalzada tras el desplome de un bloque enorme.


       El bloque desplomado



 Conglomerado que conforma el bloque. Cantos rodados
 de las terrazas del Vinalopó.


Recientemente, recalzando una torre del castillo, se ha encontrado un muro de mampostería de una estancia con su pavimento, perteneciente a una vivienda de las postrimerías de la etapa romana. En el habitáculo los arqueólogos, se nos cuenta, han recuperado vajilla fina a molde, ánforas importadas de Túnez así como cerámicas comunes de cocina, según un diario local. Y ello de principios del siglo VI después de Cristo.
Rafael Azuar había mencionado antes, entre la tierra revuelta de sus excavaciones, fragmentos de cerámica ática, campaniense e ibérica y, sobre todo, sigillata clara D, con sigillatas grises.


Carrizos del Vinalopó, al pie del castillo. es una zona de caza abundante.


Dice José Ramón García Gandía, en su Síntesis arqueológica de Aspe, y siguiendo a Alfredo González Prats, que en el Castillo del Río los niveles ibéricos, o bien fueron totalmente arrasados por las construcciones islámicas, o la cerámica ibérica formaba parte de las tierras utilizadas como tapial por las gentes que acondicionaron la zona ya en el siglo XII. 



                    Aspecto de una alquería morisca en Olocau, Valencia, junto a su castillo.
 
En resumen, antes de ser una alquería islámica que fue fortificada en el siglo XII, hubo, si no en el lugar exacto de la misma, sí en un espacio más amplio que comprendía éste, un poblado ibérico desde cuatro siglos antes de Cristo, que, romanizado, fue villa rústica. Esta villa se identifica hoy con la citada por el Itinerario de Antonino como Aspis. En todo caso, situada en el recorrido de la Vía Augusta.
Nos describe la citada Síntesis de García Gandía, siguiendo a Reynolds, que los materiales aparecidos muy cerca de este lugar, en un punto donde aparecieron cuatro enterramientos expoliados, son tardorromanos, sigillata africana de entre los siglos VI y VII de nuestra era.


                                Ruinas de una casa de campo tradicional en las proximidades.


                                   Las pastas con desgrasantes gruesos que menciona Azuar.

La cerámica andalusí, cuya descripción tomamos de Azuar, confirma esta ocupación de la fortaleza de en torno a un siglo. De una parte, dice su excavador, no aparecen cerámicas en verde y manganeso, ni cuerda seca, ni con esgrafiado o verdugón, es decir, no hay evidencias de cerámica califal o taifal. Tampoco algunas de las cerámicas características de los siglos X y XI, como candiles de piquera, o ciertas formas típicas de redomas o marmitas, por lo que adscriben la ocupación desde la segunda mitad del XII a fecha límite 1.268, período que el autor denomina “africano”.


Los desaparecidos baños árabes de Murcia. Asf, o Aspe el viejo dependía de los moros de Murcia.


Torre del castillo del río. Una estampa más del importante legado de fortalezas medievales de Alicante.

 
Candil de cazoleta abierta y pellizco, con asa, vidriado con óxido de hierro. museo de Alcoy.

                                                       Otro candil de pellizco melado.

                                                              Interior de una de las torres.

 
Olla globular sobre un anfre para meter brasas, Museo de Alcoy.


                                                            Asa de pasta roja sin vidriar.


                                Redoma de base plana vidriada en turquesa, museo de Alcoy.


                                           Otro de los doce cubos del castillo del río de Aspe.

                                   Podía titularse Los moros de Elche. Tomado de Boulanger.


     Sobre el conglomerado de cantos natural, hiladas de piedra. 
Sobre ellas, el encofrado de argamasa típico islámico.



Aspe el Viejo.

                       Jarrita y dirhemes. Recreación de quien esto escribe, reproducción                  
                                                           arqueológica también.


Vasar andalusí recreado en el Museo de Alcoy

Finalmente, acompaño el resumen descriptivo de las cerámicas hispano árabes que han proporcionado las sucesivas excavaciones:
 
ataifores vidriados en verde claro o turquesa,
redomas piriformes de base plana en verde interior y exterior,
jarras de cuello alto (tipo cántaro) en barro claro decoradas con manchas o goterones de óxido de hierro,
jarritas pintadas en manganeso con decoración geométrica, otra de cuatro asas pintada al manganeso con falsa epigrafía sin esgrafiar,
otras jarritas de base plana algo convexa y cuello recto algo abierto y asas rectas con base en el cuello decoradas con tres pinceladas de manganeso cruzadas en la panza y tres en el cuello, cazuelas planas de base convexa con borde moldurado para tapadera y dos asas en pasta roja con desgrasantes y vedrío melado interior,
tapaderas cóncavas de pedúnculo central y labio plano,
alcadafes con abundante desgrasante vegetal, sin marcas de torno, y peinados en la panza,
marmitas globulares de cuello alto y recto, labio biselado al interior y dos asas, de pasta roja vidriada al interior y goterones,
tinajas con decoración de ondas, peinados y ungulados, algún estampillado degenerado.


                               Jarrita andalusí reproducida por el autor, Juan Antonio Pérez Meca.
                                                                      Barro del Vinalopó.

sábado, 2 de enero de 2016

Metalurgia y cerámica argáricas.




                                                       Metalurgia y cerámica argáricas.






                       Crisol con mineral de cobre. Reconstrucción en el Museo de Ciudad Real.

    Impresiona la cantidad e importancia de los yacimientos argáricos murcianos; a quienes nos gusta la cerámica arqueológica nos atrae esta cultura de la edad del Bronce porque desarrolló cerámicas excelentes, modeladas a mano y por lo general sin decoración, con bases convexas y superficie bruñida, de gran personalidad, a veces finas, de muy buen acabado.





    Tulipa con pie, forma poco común.



    Tulipa, forma 5 de Louis Siret, Museo de Murcia, con la característica carena.



     Los poblados, casi siempre en altura, sobre escarpes del relieve, estaban protegidos en sus lugares más accesibles con murallas y torreones, como en el Cerro de las Viñas de Lorca, controlando así el territorio circundante y las vías de comunicación próximas.







     Escarpes junto al Cabezo de la Mina, Santomera.




    Tulipa del Museo de Almería.

     

     Se conocen algunos otros poblados que se asientan en llano o pie de monte, con casas aisladas, sin ningún tipo de construcción defensiva, como el Rincón de Almendricos o los Cipreses.




    Enterramiento argárico en cista conformada por lajas de pizarra, Almendricos.


    Lugares como Bagil, Bolvax, Cerro de la Viñas de Coy, Cobatillas la Vieja, Ifre, La Bastida de Totana, la impresionante Almoloya de Pliego, La Placica, la Morra del Moro, Las Covaticas, Los Cipreses, Monteagudo, Murviedro, El Capitán, Punta de Gavilanes, Rincón de Almendricos… 



    Sierra de Enmedio, minas de hierro con asomos de cobre.
    El Cabezo de la Mina de Santomera se halla junto a una vieja explotación de cobres grises con abundancia de tinciones de azurita y malaquita. El poblado de Ifre, junto a los carbonatos de cobre de Pastrana, en Mazarrón.







    ... allí trabajaron también los metales, de forma destacable: elaboraron armas, herramientas y adornos en cobre, bronce, plata y oro, con una tecnología desarrollada, perfeccionando los procesos de fundido, forjado en frío, recocido (para recristalizar y hacer dúctil el metal estirado en frío), laminado y pulido, concentrados en algunos poblados centrales con talleres especializados, ubicados en las partes más elevadas o acrópolis, probablemente relacionados con la proximidad de veneros de materia prima, mineral explotable.



    Filón de carbonatos de cobre. Fácil de detectar por su intensa coloración.



    Molde de arenisca para fundir varillas. Museo de Alcoy.




    Alabarda argárica con remaches.



    Puñal argárico de cobre, a menudo arsenical.
    El cobre o, más tardíamente, el bronce se emplearon para la fabricación de espadas, alabardas, hachas, puñales, cuchillos, punzones, remaches y pequeños adornos, mientras que el oro y la plata se reservaron de brazaletes, pendientes, ensanchadores del lóbulo, anillos y diademas. La plata se obtenía nativa o de los cloruros (querargirita), al desconocerse la copelación (Proyecto Arqueometalurgia de la Península Ibérica), se usaba con más profusión que el oro, y es más abundante en el Sureste Peninsular que en el resto de Europa para esta época, especialmente en el bajo Almanzora (Plata Argárica, Montero, Rovira, Gómez).



    Arete de plata.


    Hasta hace unos años las únicas muestras de plata nativa españolas que se podían localizar en colecciones mineralógicas eran de la corta Santa Matilde, en Herrerías (Cuevas de Almanzora), junto con barita, hasta que se cerró la explotación y se cubrió de estériles. La presencia de este mineral justificaría las trazas de plomo, pero no un proceso de copelación. El metal aparece aleado con pequeñas proporciones de cobre.







    Barita de Corta Santa Matilde, Herrerías. Plomo junto a la plata nativa.

    Plata nativa de Herrerías, Almería.

    En Alicante, aparecen estas cerámicas y estos trabajos en metal en Laderas del Castillo en Callosa y San Antón en Orihuela, antiguas excavaciones del jesuita Julio Furgús, el Cabezo Pardo en la Vega Baja del Segura; y, limitando con el Vinalopó, entremezclando producciones del bronce llamado valenciano, la Horna de Aspe, El Tabayá , Puntal del Búho y Caramoro en Elche, y la Illeta dels Banyets en El Campello, que a esta fecha cierra el límite norte de influencia argárica.



    Brazalete de arquero de pizarra de la Illeta dels Banyets, El Campello, Alicante.
     Tulipa argárica.
    Puntal del Búho, Elche, junto al Vinalopó. Se conoce un pie de copa argárico entre materiales del bronce valenciano.




    Laderas del Castillo de Callosa. Aquí y en San Antón de Callosa excavó el jesuita Julio Furgús.

     
    Como elementos característicos de su cultura material, citar la abundancia de dientes de hoz de sílex, relacionados con la base alimentaria de cereales, trigo y cebada. Las leguminosas, guisantes y habas, se consumían también. En hueso son característicos los botones piramidales y acabados de los enmangues de ciertas armas. La actividad textil se documenta por pesas de telas de barro.



    Molino de mano, museo de Alcoy.




    Trigo, cebada y leguminosas eran la base de la dieta.


    A menudo los dientes de hoz presentan el lustre que sobre el pedernal deja la fricción de la siega.


    Pero la singularidad está centrada en la metalurgia. Paradójicamente, el yacimiento que está proporcionando mejor y más abundante información está en el límite sur de esta cultura, es Peñalosa, en Baños de la Encina, Jaén. Allí, sobre un espolón de pìzarra aterrazado artificialmente han aparecido restos que muestran todo el proceso metalúrgico del cobre y del trabajo de la plata (mineral, crisoles, moldes, lingotes, escorias y gotas de fundición, y piezas acabadas). Se halló un depósito de galena y el molino para su machaqueo, molde para brazaletes, y crisoles con restos de plata en sus paredes. Galena, sin embargo, poco argentífera.



    Moldes de fundición y productos fundidos procedentes de otro contexto cultural, el Cabezo Juré de Alosno, en Huelva.




    Fuelle de piel unido a la tobera. Museo de Ciudad Real, reconstrucción.
Se explotaban filones de óxidos y sulfuros de cobre por medio de martillos de minero, se procedía al molido del mineral, separándose la mena de la ganga por flotación o sedimentación. Este mineral machacado y separado se tostaba fuera de las áreas de habitación , en hornos simples o en las denominadas vasijas-horno, alimentados con aire impulsado por toberas.
 



 Superficie de un lingote de cobre fundido chipriota.




Cobre nativo.

Las impurezas de la masa resultante eran eliminadas con un intenso triturado, y el polvo limpio se fundía en crisoles, en espacios abiertos pero dentro de las casas del poblado. Una vez fundido el metal era vertido en diferentes moldes para la obtención de piezas o lingotes. Predominan punzones, leznas, cinceles y puntas de flecha. En los ajuares funerarios, además de punzones, aparecen objetos de adorno en plata y oro, como aretes y pulseras o brazaletes, y armas: puñales y espadas.




Vasos argáricos en el Museo de Almería.


Ajuares argáricos según Siret.