Taller de lucernas romanas.
Lucerna romana del Museo Arqueológico de Cartagena.
Frente
a otras producciones cerámicas que utilizan el torno, o el modelado
manual, la técnica del molde bivalvo imprime al proceso
manufacturero unas características muy particulares.
Los
iberos conocían estas tres opciones técnicas. Tenemos ejemplos de
modelado a mano de piezas únicas, sin posibilidad de seriación,
como la figura cultual de la Diosa Madre de La Serreta de Alcoy. A
molde de dos partes o valvas se fabricaron numerosos modelos de
pebeteros o thymiaterios, por ejemplo, también ligados a la
liturgia, siendo la necrópolis de La Albufereta de Alicante quizás
el lugar donde más variedad y número de estos objetos rituales han
sido hallados.
Diosa madre ibérica de La Serreta de Alcoy. Ejemplo de modelado singular, técnicamente imposible de seriar. Pieza única.
Molde para la elaboración de Thymiateria o pebeteros cultuales ibéricos. En este caso, un modelo de la necrópolis ibérica de La Albufereta.
Pebetero de los llamados de Tanit, realizado con molde bivalvo. MARQ.
Los
elementos de iluminación cerámicos utilizados por los iberos eran
platillos o cuencos bajos sencillos de alfarería donde suponemos que
una mecha y aceite o sebo servirían para alumbrar, sin perjuicio del
uso probable de la cera, ya que conocían la apicultura.
La
lucerna era el objeto imprescindible en toda casa romana desde la
caída del sol. Los condicionantes técnicos de su producción
convirtieron a estos objetos en elementos representativos del mundo
romano, por su difusión y semejanza en cualquier parte del Imperio.
Figurillas de terracota del Museo de Cartagena. Coroplastia romana realizada con molde bivalvo.
Bacchus de Cartagena. Molde y baño de terra sigillata.
Resumiremos
su evolución: las primeras producciones romanas en barniz negro, que
siguen esquemas helenísticos, surgen en torno al 250 a. C.,
difundiéndose hacia el occidente mediterráneo a partir el 180 a. C,
estudiadas en su tipología por Ricci. A comienzos del s. I a. C.,
aparecen las variantes conocidas como tardorrepublicanas, las formas
Dressel 1 al 4.
La
adopción de la técnica del molde de dos valvas incorpora una serie
de innovaciones como el cierre del disco por completo y una infinita
gama de decoraciones en el mismo.
Además,
esta técnica permite fabricar en grandes cantidades y, por tanto,
una amplia comercialización. La manufactura lucernaria exige una
infraestructura muy pequeña, y la utilización del molde de dos
partes permite obtener muchos moldes de segunda generación a partir
de un modelado original, incluso variando exclusivamente el molde
superior decorado, pues el coroplasta puede servirse de un mismo
molde inferior para fabricar lucernas con distintas decoraciones,
siempre que no varíe la forma de la lucerna. Es decir, las
variaciones se concentran en el disco.
Otro
efecto de la utilización del doble molde es que difundió un
repertorio formal común a todo el Imperio, un instrumento de
difusión de imágenes: divinidades, mitos, alegorías, escenas
cotidianas, incluso temática erótica.
Lucernas romanas con variedad de formas y motivos decorativos.
En
Hispania hubo numerosos talleres, y la investigación ampliará su
número sin duda. Cada ciudad romana debió de contar con talleres
lucernarios de difusión en las áreas vecinas. Estos talleres
debían ser pequeños y casi familiares. Las modas cambiantes
permitían al ceramista ofrecer a lo largo del tiempo novedades que
despertaran el interés por adquirir nuevos modelos. A la arqueología
le interesa especialmente la dispersión de las lucernas, estudiando
las rutas del comercio, y la cronología. La lucerna que aparece en
un contexto limpio, por su morfología y decoración, y por el sello
del ceramista que suele estar impreso en una cartela en la base de la
misma, se convierte en un elemento útil para la datación y el
conocimiento de las rutas de aprovisionamiento de estos
imprescindibles elementos.
La
primera producción imperial propiamente dicha son las lucernas de
volutas, caracterizadas por dos elementos ornamentales en forma de
voluta en los extremos del arranque del rostrum.
Cada
una de las variantes corresponde a una etapa cronológica, estudiadas
por Loeschcke.
Con
las lucernas de disco se inicia otra producción muy distinta de la
anterior. Dressel estableció los grupos principales a partir de la
estructura del pico y su forma de unión con el cuerpo de la pieza.
La lucerna altoimperial de Santa Pola y su molde, escena pastoril. Similares han sido halladas con la cartela TYTIRUS en disco, por ejemplo, en el Museo de Bruselas.
Finalmente,
entre los siglos IV y VI se produjeron las lucernas llamadas
tardoantiguas, de producción norteafricana y bañadas en terra
sigillata, también conocidas como lucernas paleocristianas por los
motivos de su decoración: Crismón, paloma, Cáliz, pez, Santos
cristianos, el Buen Pastor, racimos de uvas, escenas
veterotestamentarias, etc. Flanqueando el disco, motivos impresos
geométricos repetidos. La importación de estas lucernas se
concentró en la el sureste peninsular, en especial en Murcia,
Alicante y la costa catalana, mejor comunicadas con el norte de
Africa por vía marítima.
Lucernas paleocristianas.
Lucernas paleocristianas.
El
proceso de fabricación es sencillo una vez que se dispone de un buen modelado y un buen molde, pero en estas dos fases previas es delicado y costoso, trabajo de especialistas: modelado un original, con barro
bien decantado, y utilizando herramientas para trabajos delicados de
incisión, impresión o estampillado, lijado y bruñido, se realizaba
el molde. La pieza se recubría con arcilla hasta una altura y,
previa elaboración de un encofrado o cajetín en torno a la pieza,
se vertía en él yeso. Una vez fraguado, se repetía la operación
para obtener el molde de la parte desnuda de la lucerna. Para evitar
que se pegasen ambas partes se untaban de aceite de oliva. El
artesano especializado en realizar estos originales y moldes,
cuidaría de no dejar salientes en el modelo que, reproducidos en el
molde de yeso, dificultaran el desmoldado de las piezas. Además
creaba en la arcilla envolvente, o directamente en el yeso, anclajes
que asegurasen que ambas mitades coincidieran perfectamente al
superponerse. Esta tarea es delicada y laboriosa. Un buen molde tiene
una duración larga, aunque el uso continuado aconseja su reavivado
en los detalles con cierta periodicidad.
Los
moldes podían hacerse igualmente de arcilla, pero el secado del
molde produce una merma en torno al diez por ciento del tamaño de la
lucerna producida.
Para
la elaboración de las copias a partir del molde obtenido, una vez
bien seco, se precisa arcilla bien decantada, pequeños utensilios
para cortar rebabas, lijas y bruñidores para repasar fallos,
arañazos, desconchones. La arcilla se extiende en una y otra valva
cubriendo el interior, dejando el espesor de pared deseado, y luego
ambos moldes se encaran y unos ligeros golpes unen ambas mitades si
el barro está lo suficientemente blando y el artesano ha dejado un
ligero exceso de altura de la pared en una de las mitades. De no ser
así, puede añadir un cordoncillo de barro humedecido en barbotina
antes de aplastar ambos moldes uno contra otro.
La
contracción del barro hace que se desprenda del molde; el aire
encerrado en la pieza la va tensando al aumentar la presión mientras
seca, lo que contrarresta la posibilidad de que la pieza sufra un
ligero hundimiento mientras seca si se ha dejado salida al aire. Pero
si se tarda demasiado en abrir los orificios, se corre el riesgo de
que la presión del aire agriete la lucerna.
La
adición de asas, menos frecuente que el asa ya unida al bloque desde
el mismo molde, y otros elementos morfológicos, y su repasado,
completa el modelado.
Lucerna paleocristiana con Crismón, en su molde antes de abrir los orificios.
Se
practica con una herramienta de boca cortante y circular el orificio
de combustión, donde arderá la mecha. El orificio u orificios de
aireación y llenado, más pequeños, se abren del mismo modo en el
disco. A veces, en las lucernas imperiales, se observa un diminuto
agujero que ventila el canal del rostrum, aunque la experiencia de
fabricar lucernas enseña que a menudo se practica por el artesano
para dar salida al aire durante el secado mientras la mitad de la
pieza permanece anclada en medio molde, tes de practicar los
orificios de combustión y ventilación: sacarla antes de tiempo
puede deformarla, y dejarla sin control durante el secado puede
producir agrietamientos. Esta mínima perforación permite posponer
el momento de desmoldar y practicar los orificios pero dando una
salida al aire mientras.
Lucernas romanas con baño de distintos engobes.
Por último, un ligero baño en un engobe muy líquido de sigillata embellece y, sobre todo, impermeabiliza la pieza interior y exteriormente, de modo que no se ensucia del aceite que de otro modo penetraría los poros del barro. En muy raros casos se aprecia un barniz de esmalte, como es el caso de la lucerna de doble piquera y espejo de hoja de parra de La Alcudia de Elche. Al fundente plúmbico (galena de plomo molida, o alcohol de alfarero) se le añade óxido de cobre. Después, la cocción, y al mercado.
Por último, un ligero baño en un engobe muy líquido de sigillata embellece y, sobre todo, impermeabiliza la pieza interior y exteriormente, de modo que no se ensucia del aceite que de otro modo penetraría los poros del barro. En muy raros casos se aprecia un barniz de esmalte, como es el caso de la lucerna de doble piquera y espejo de hoja de parra de La Alcudia de Elche. Al fundente plúmbico (galena de plomo molida, o alcohol de alfarero) se le añade óxido de cobre. Después, la cocción, y al mercado.
Lucerna vidriada de la Alcudia de Elche.
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