Un paseo geológico por las faldas del
Sancti Spiritus, La Unión, Murcia.
Parece que el fundido se pegó al crisol.
Un día más aprovecho para dar un
paseo por una barranca en las cercanías del monte Sancti Spiritus,
en La Unión.
Lodos y estériles .
Este paisaje minero que muchos parecen
no apreciar, lo encuentro maravillosamente estimulante.
Filones de cuarcita surcan en paralelo una pizarra.
Recorro unos gacheros o depósitos de
escorias de fundición al pie del citado monte, y me decido a subir
por una de las barrancas. Arriba se encuentran las instalaciones de
la mina La Belleza.
Pegote fundido en el molde.
No tengo ninguna pretensión concreta,
simplemente contemplar la sierra minera en su esencia, tomar unas
fotos y alguna muestra de rocas o minerales sin más valor que el que
mi propio gusto quiera otorgarles.
Opalo amarillo.
El brillo craso del ópalo.
Esta estética de acumulaciones de
restos de la vieja minería, bajo el cielo mediterráneo muy azul, y
salpicada de una naturaleza que, a pesar de todo, está viva, verde, y
es densamente aromática, es para mi paseo, además de relajante,
excitante, pues aquí y allá parece que la historia y la naturaleza
se han conjugado para construir un paisaje singularísimo y rico.
Galena diseminada en la greenalita, un mineral muy poco común, y característico de La Unión.
El brillo plateado de la galena era el objeto de tanto trabajo.
Hierro de La Unión. Siderita, goethita, oligisto, limonita...
Después del plomo buscaron el hierro.
La
negrura de los restos de escoria, los marrones y rojizos oxidados de
los cortes del terreno, las escombreras, los lodos homogéneos y
estratificados que parecen de algún desierto, las rocas variadas y
coloridas que delatan los procesos del vulcanismo formador, de su
metasomatismo, de su meteorización, son, con las flores modestas y
arbustos, y el zumbido de algún insecto, un deleite para la
curiosidad.
Un bloque de ópalo.
No echo aquí de menos ni los hermosos parajes boscosos, ni las
praderas verdes, pues es aquí donde la geología se observa mejor, y
donde la historia de los que aquí trabajaron se manifiesta por
doquier. Paisaje arruinado, bellísimo de color, riquísimo en su
geología.
Fragmentarlo puede ser una sorpresa.
Alguno pensará que tengo algún
extravío por esta tierra, pero le diría yo que si supiera lo que
ve, de otro modo lo vería.
Blanco, amarillo, ocre, rosa.
Reivindico este paisaje minero y
mediterráneo, esta tierra sorprendente, este fenómeno parido de la
entraña de la tierra de un modo que sólo en algunas cuencas mineras
se alcanza a ver. Era preciso desnudarlo, llenarlo de reliquias del
esfuerzo de generaciones que levantaron sus sueños de ladrillo, de
pozos y galerías, de piedra seca entibada, de vetas reales y
quimérícas, de riquezas para fuera, de trabajos para adentro...,
para darse cuenta de que lo que aquí se guarda es para conservarlo
en su ser: no para borrarlo, no para taparlo, no para hacer lo que no
es...ni fue. Pinos tapando un suelo que es un libro abierto, tierras
para cubrir la historia...qué despropósito! La Unión es belleza
mineral, es roca desnuda, es paisaje único.
Y también gris azulado, verde oliva y rojo sangre.
En mi paso lento cuesta arriba miro
entretenido y asombrado la infinita variedad de piedras que arrastró
el ramblizo. Para mí, de belleza y valor inestimable, irrepetible.
Pizarras, filitas, cuarcitas, óxidos, sulfuros, escorias...marrones,
rojas, amarillas, verdes, azules y plata. Y un gran silencio.
Te dejo algunas de esas piedras que me
han ido llenando los ojos.
Opalo sardo, jaspeado, multicolor.
Precioso ópalo de La Unión.
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