lunes, 30 de marzo de 2020

El mundo funerario romano desde los museos de Narbona.







El mundo funerario romano desde los museos de Narbona.
Por Juan Antonio Pérez Meca.


El conjunto de creencias y rituales religiosos que acompañan el entierro de los antiguos romanos venía de la tradición no escrita, la costumbre de los mayores. La Pietas exigía un deber y cuidado amoroso por los difuntos familiares.

Arula o pequeño altar doméstico con huellas de quemar.

La mitología romana consideraba el alma inmortal. Juzgada en el inframundo, el Hades, las almas que hicieron el bien eran llevadas a los Campos Elíseos, y al Tártaro las de aquellos que hicieron el mal.
Para un naturalista como Plinio el parecer mayoritario de la gente era que al morir se regresaba a un estado no sensible, el que se tuvo antes del nacimiento, aunque admite que otros creen en la inmortalidad del alma. Para Séneca el Joven, o para Agricola, la muerte produce la aniquilación total, pero sobrevive el espíritu.

Alto relieve del Lapidarium.

Estas notas sobre el mundo funerario romano nos ayudarán a entender los distintos elementos patrimoniales que, directamente relacionados con aquél, se conservan en el Museo arqueológico de Narbona y en el llamado Lapidarium.

Figurita de terracota. Culto doméstico.

Si una persona moría en su casa, los miembros de la familia y los amigos íntimos se reunían alrededor. El más allegado sellaba los ojos al cadáver y con un beso sellaba el tránsito del espíritu Se llamaba por su nombre al difunto en medio de lamentaciones, y se colocaba en el suelo el cadáver. 
Ara con loculus y retrato femenino.

Allí era lavado y ungido con aceites y ungüentos. Había profesionales de las pompas fúnebres que se hacían cargo de estas tareas para quienes pudieran pagar sus servicios. En la boca se le colocaba una moneda, el óbolo para el barquero Caronte que conduciría al difunto al mundo de los muertos atravesando la Estigia. Familiares y allegados, servicio y clientes, acudirían a honrar la memoria.

Arae en el lapidarium.

Para las clases altas era el momento de disponer la elaboración por un experto de la máscara funeraria que se modelaba en cera directamente del rostro del difunto, usándose en la procesión fúnebre por actores o por miembros apropiados de la familia.

Oscillum en mármol de tema mitológico.

La pompa funebris o procesión funeraria discurría entre la casa del difunto y la necrópolis, y al cortejo acompañaban músicos tocando flautas, tubas y cornos.

Retratos de dos esposos.

Desde las Doce Tablas la ley romana exigía que la cremación o sepultura de los muertos se hiciera fuera del pomerium o perímetro sagrado que delimita la urbe, bajo pena severa. Se temía especialmente a sus almas separadas del cuerpo, aunque también eran conscientes de la contaminación física.

Dama capite velata retratada en su tumba.

Por ello las necrópolis se encontraban fuera de ese límite, generalmente a ambos lados de las vías de acceso. Junto a las tumbas ordinarias de incineración o a las sepulturas, se erigían por las familias pudientes monumentos funerarios de distinto rango arquitectónico y artístico. Sus inscripciones son una fuente importante de información histórica.

Máscara.

Allí, extramuros, se realizaba un sacrificio ante el cadáver. En época republicana era costumbre ofrecer una cerda a Ceres, cuya carne era consumida por los participantes, una porción asada de la cual se ofrecía al difunto, su última comida con los vivos antes de entrar su espíritu a formar parte de los manes familiares. Los menos adinerados consumirían vino o cereal.

Retrato masculino esculpido en gres rosado de Fontfroide. 

Allí se realizaba la laudatio funebris, el elogio o panegírico, como oración, acompañada por los cantos o nenia,
La cremación era el rito común en los dos primeros siglos, aunque la inhumación se practicaba desde antiguo. La influencia del cristianismo fue devolviendo a la inhumación la prevalencia, y las necrópolis pasaron a ser cementerios, lugar de los que duermen.

Urna en piedra tallada.

Las cenizas se introducían en una urna, que podía ser un vaso específico u otro adaptado a ese uso.
Las hay de cerámica fina y decorada, de vidrio envuelto en otra de plomo, de cerámica común, en una sección de ánfora para infantes, y para las inhumaciones, directas en tierra bajo cubierta de tegulas a dos aguas, ataúdes de madera claveteada, o plomo.

Relieve decorativo con toro.


Junto a la urna o el cadáver se depositaban como ofrendas algunos vasos utilizados en el rito de enterramiento: vasos de libación, lacrimarios o unguentarios, platillos, amuletos. En las tumbas de los niños, juguetes. Algunos ajuares son riquísimos, incluyendo objetos de tocador, joyas, armas...si bien la mayor parte son pequeños vasos cerámicos o vítreos o algún elemento de adorno personal, anillo, pendientes, brazalete, hebilla...

Dama, retrato funerario.


Cipo de un panadero.

Con los siglos, la urna de cremación fue sustituyéndose por sarcófagos, a medida que se popularizaba el rito de inhumación, a partir del siglo II.
De piedra lisa o ricamente ornados en relieve, los sarcófagos evolucionaron a elementos escultóricos a menudo encargados en vida del difunto. A veces se reservaba un espacio sin terminar para ser concluido al fallecimiento con el retrato concreto. Se representan en ellos figuras mitológicas, religiosas, escenas de banquete, venatorias...




Crismón cristiano en una lápida sepulcral de mármol.

representación de Cristo imberbe en un sarcófago.

Cristo entre Pedro y Pablo que le ofrendan sus coronas en una escena de sarcófago de la escuela de Arlès.

Cristo velado.

El ciego Bartimeo. No molestes al maestro.



Asno atado a la piedra de molino.

El sarcófago tallado se adoptó por el cristianismo, pasando de decoraciones sencillas a base de curvas (estrigiles) a representar escenas bíblicas en alto relieve.
El luto terminaba a los nueve días del fallecimiento, celebrándose una ceremonia de libación a los manes consistente en derramar una libación sobre la tumba, rito llamado de Novendialis.

Perro y altar del cipo del panadero. El perro representa el hogar familiar. El epitafio del pie contiene una triste historia.

El día de año nuevo, 1 de Marzo, se iniciaban los nueves días de Parentalia, honrando a los muertos. Se compartían ágapes de vino y pasteles por las familias en los cementerios, y se ofrecía participar del banquete a los antepasados.

Relieve de rosácea.

Los artesanos de la piedra cincelaban en mármol los epitafios para colocarlos en las tumbas. Son inscripciones que indican generalmente el día de nacimiento, el de fallecimiento, y por tanto la edad, y a menudo informan sobre las relaciones familiares, los cargos políticos ocupados, o cursus honorum, en su caso, y en el elogio, refieren alguna virtud o creencia del difunto. Lo normal es que estén dedicados por un familiar, que se menciona.

Centenares de bloques tallados en relieve y con epigrafía se almacenan en una iglesia gótica, el Lapidarium.

Las familias nobles solían exhibir imágenes de ancestros familiares en el atrio de la casa, bustos en piedra o bronce, incluso máscaras, que, a modo de recuerdo, aludían a la genealogía y méritos de sus miembros. Esas mascarillas, las oscilla, caritas o pequeños rostros, (en singular oscillum), se colgaban en ciertas ceremonias y celebraciones. El verbo oscilar viene del movimiento de estas ofrendas colgadas. Se supone que eran de madera, también podían ser pequeña figuras de textil, como muñecos. Con el tiempo fueron sustituyéndose por tondos de mármol o terracota.

Fragmento de oscillum con sátiro.

Había dos tipos de altares fúnebres: unos para el sacrificio a los dioses, y otros, sobre los que no se vertía la sangre sacrificial, un trasunto de aquellos pero en honor del difunto. En estos últimos a menudo se representan retratos.
Aunque tenían diferentes significados, los dos tipos de altares se construyeron de forma similar, tanto sobre el suelo como en forma cilíndrica o rectangular. Es frecuente que el propio altar en memoria de un difunto sirva para albergar sus cenizas o situar las vasijas que las contenían.
Algunos altares presentan una concavidad destinada a verter libaciones.

Dos jóvenes.

Tumbas rectangulares hipogeas, cavadas en la roca, con la disposición de las estancias de una domus, eran propias de familias acomodadas, como las de la necrópolis de Carmo. Estos espacios se enlucían con yeso y a menudo eran decorados con pinturas.
También se erigieron construcciones arquitectónicas o mausoleos, que encuadran espacios para las reuniones familiares conmemorativas de los difuntos.
Las clases populares tenían tumbas más pequeñas, a menudo con bustos en relieve sobre una inscripción.

Personaje togado. Piedra caliza de Lens.

Las catacumbas eran excavaciones de túneles en distintos planos subterráneos en cuyos lados se disponían loculi, nichos o huecos para dejar el cadáver. En las intersecciones de los pasillos, con mayor amplitud, se celebraban ágapes, y el cristianismo los dedicó a determinados cultos una vez ornados con pinturas al fresco.

Crismón en un sarcófago.

En época ya cristiana los enterramientos, de inhumación, se disponían en el exterior de basílicas y próximos a la tumba de algún mártir.
Los elementos materiales más comunes son, por tanto, tumbas, adornos escultóricos, aras o altares, cipos, lápidas inscritas, relieves, urnas, sarcófagos y elementos de ajuar funerario.

Relieve funerario. personaje con gorro frigio.

El cipo funerario se utilizaba originalmente para marcar el lugar de un enterramiento: estaba compuesto por tres elementos superpuestos: un zócalo, una parte central que podía tener forma de columna o cuadrada y se remataba en forma triangular con tejado a dos aguas o rematado con pequeños ornamentos en forma de espiral muy comunes en la columna jónica.

Tumba de una dama.

En la parte central se solían labrar epitafios, policromar imágenes o grabar la fecha y el nombre de la persona a la que estuvieron dedicados. El material con que se realizaba era mármol pues entonces era la piedra por excelencia. Cabe decir que a veces esta columna albergaba en su interior las cenizas de la persona fallecida, siendo una urna funeraria.


Collar de un ajuar funerario.

El ara, de piedra y raramente de bronce, tiene forma de pedestal o de pequeña y gruesa columna con una excavación por lo común en la parte superior, presenta casi siempre relieves e inscripciones votivas en alguna de sus caras. Se llama altar al ara de grandes dimensiones, arula si es muy pequeña.
Lápida de Caeluius.
A los dioses Manes de Caelius Mascelinus, Coelia Chrysis ha levantado esta tumba, a su muy dulce hijo, mercader de esclavos, Salud!

Lápida de Genesius.
En esta tumba reposa en una paz de feliz memoria Genesius, que vivió alrededor de cuarenta años y murió el tercer día antes de la kalendas de febrero, siendo cónsules Casio y Longino


Lápida de Agroecia.
Cubierta de mármol de sarcófago, s. V.
Flavius Cassius a Agroecia, su mujer de muchos méritos, que reposa bajo el signo de Cristo.
Vivió diecisete años, cuatro meses y cinco días.


Cabeza de toro preparado para el sacrificio,
adornado con guirnalda de frutas, varios bloques unidos conformarían la escena. Reutilizado en murallas posteriores.


El cipo de un molinero, arriba fotografiado,  nos presenta una escena en la que un asno está enjaezado y sujeto para mover la piedra del molino, a su lado un altar y un perro que representa el hogar familiar.
El texto guarda una trágica y desconocida historia.
Marcus Careius Asisa, liberto de Marcus, en vida ha hecho levantar este monumento para él mismo, para Careia Nigella y para Careia Tertia, hija de Marcus, muerta a la edad de seis años.
Con mi hija reposo aquí, yo su madre, golpeada por un desgraciado destino, que el mismo día, brutalmente, nos ha llevado a la tumba.



Urna cerámica  bajo tégulas.
Tumba del siglo I d. C. Dos tejas a vierte aguas cubren el osario de terracota, cerrado por una tapadera vuelta. Delante, un vasito de ofrenda. Un ánfora cuya punta sobresale del suelo señala la tumba.


Enterramiento tardío en ánfora africana.

Tumba del principios del s. V. El cuerpo de un niño de unos 6 años está con las piernas replegadas dentro de un ánfora africana cortada a la altura de la espalda, la abertura tapada con un trozo de teja. Muchas tumbas de este tipo fueron halladas en la basílica paleocristiana del Clos de la Lombarde.


Tumba del siglo I. Una vasija de piedra cerrada por una tapadera con un boton de aprehensión en forma de flor contiene los restos incinerados de un niño, un balsamario y un anillo, Alrededor se disponen vasitos de ofrendas y una bella jarrita de vidrio azul.

domingo, 29 de marzo de 2020

Cerámicas arqueológicas del Museo de Narbona.




Cerámicas arqueológicas del Museo de Narbona.


Fragmentos de piezas cerámicas derivadas de la paleocristiana gris y naranja.

Narbona, capital de la Septimania, fue una importante ciudad romana con puerto fluvial.
El Museo arqueológico se encuentra en el conjunto de edificio medievales del Palacio Arzobispal, junto a los restos de un tramo de la Vía Domitia. Sus fondos son impresionantes por cantidad y calidad.

Pera. Fresco del Clos de la Lombarde, Narbona.

Desde la Prehistoria, con restos del neolítico y edad del Bronce, donde llama la atención la restitución de enterramientos de los yacimientos de La Clapa y Bisa, hasta la edad del hierro, con colecciones procedentes de excavaciones y colecciones privadas, cerámicas etruscas y áticas, indígenas y campanienses, nos conducen a las salas romanas, donde a la cerámica abundantísima se suman, constituyendo una unidad que podría por sí misma ser objeto de un museo separado, los restos hallados en la villa llamada Clos de la Lombarde, o Cercado de la Lombarda, al norte de la ciudad vieja, con numerosos restos de frescos y material edilicio. 


Los restos de las pinturas se presentan de forma didáctica abarcando los distintos períodos de la pintura mural romana, sus materiales y técnicas, junto a una espectacular maqueta del edificio de la villa. Estatuaria, relieves, estelas y lápidas, que junto con la inmensa cantidad que de estos materiales y en tamaños ciclópeos se encuentran en un museo específico próximo, ocupando amontonados toda una iglesia gótica, el Lapidarium, dan una idea de la magnificencia de esta urbe romana. Algunos materiales paleocristianos, incluyendo varios y espectaculares sarcófagos cierran esta visita.
Una parte notable de los materiales de la edad del hierro anterior a la era, procede de la primitiva Narbo.

Atlet. Pieza ática importada al oppidum de Montlaurès.

Montlaurès es un oppidum situado a cuatro kilómetros de Narbona, en un altozano sobre la llanura del Aude, rico en agua, cuya ocupación va desde la mitad del S. VI a.C a la mitad del I antes de nuestra era. El lugar, capital de los elisyques, se identifica con la antigua Naro o Narbo de las fuentes griegas, y fue un enclave donde, a través del comercio, los indígenas se relacionaron estrechamente con tradiciones culturales iberas, ligures y célticas.


Tinaja ibérica, zona valenciana.

Kalathos, producción ibérica catalana.

En 118 a.d.C. Los romanos fundaron la Narbona actual en un próximo brazo del río Aude.

El descubrimiento en 2020 de una extensa necrópolis romana en los accesos a la ciudad, con más de 1100 nuevas tumbas, y el proyecto de un nuevo museo de civilización romana con espacios arquitectónicos modernos hacen que la visita a Narbona para el amante de la arqueología romana sea un lujo.

Personaje con Cornucopia y pátera.
    Clos de la Lombarde.

Intentaremos dar una visión en secuencia cronológica de las colecciones de cerámica, aunque el planteamiento expositivo del museo sitúa la prehistoria en las últimas salas siguiendo su recorrido.
También omitimos expresamente materiales no cerámicos, que para este período en concreto son en piedra tallada y pulida, hueso, recreaciones de tumbas múltiples en cueva y numerosos objetos en cobre y bronce, en particular algunas magníficas hachas.

Crátera ática.

El mismo criterio hemos seguido para los períodos posteriores, especialmente para la época romana, donde la profusión de todo tipo de materiales no cerámicos exigiría un planteamiento diferente del presente artículo. Hacemos excepción de algunas pinturas romanas, Presentaremos otro trabajo sobre el mundo funerario romano, pues el conjunto estatuario y epigráfico lo merece por su amplitud y calidad.
Detalle de un fresco.

Del neolítico antiguo se exhiben materiales de las grutas de Poussaron y La Cruzade, y del yacimiento de Leucate-Corrège.
El neolítico medio está representado por dos culturas, Chasséen y Bizien, representadas por los yacimientos de Langel y la Petite Grotte de Bize.




Cuenco hemiesférico neolítico.

Fragmentos de cerámica cardial.

Decoración epicardial.

Cerámica epicardial a punzón.

Neolítico final.

Bizien.

Fragmento neolítico con asa de tubo perforada.

Neolítico medio.

Chasseense.

Neolítico medio.

Las culturas de Saint Ponien y Verazien preceden al momento campaniforme, edad del cobre.



Las cerámicas de la edad del bronce se exponen divididas en sus períodos clásicos.


Vasija del Bronce.

Las colecciones de cerámicas importadas durante la edad de hierro no siempre proceden de excavaciones locales, pues se agregan colecciones en su día privadas de procedencias diversas. Comenzamos con las producciones griegas y etruscas.

Aryballoi corintios.

Importaciones áticas de figuras rojas.

Askós de barniz negro.

El bucchero nero etrusco imitaba el metal.

Copa de pie alto en bucchero nero. Imita a la perfección la forma ática.

Enócoes etruscos.

Askós ático de barniz negro con personaje barbudo en el medallón.

Gorgona en un cílica ática de figuras rojas.

El bucchero nero se produce en Etruria desde el 670 a.C, siendo tres sus centros principales: Cerveteri, Tarquinia y Chiusi.
Elegantes formas de inspiración fenicia o griega, hechas con una pasta fina, sonora y ligera, y con un barniz de brillo matizado, sutil. Son pastas muy elaboradas, finamente tamizadas, con desgrasantes y fundentes. Pretende imitar el metal, y se obtiene mediante cocción reductora.

Cílica y escifo.

Selección de fragmentos áticos con personajes.

En una primera fase, buccero sottile, la producción es de paredes finas, con decoraciones a base de finos incisos, ondulaciones, olas, incluso representaciones animalísticas o antropomorfas estilizadas.
Un fase intermedia se decoró con estampillados sutiles, sobre pastas mas gruesas, y su cronología va del 620 al 580 a.d.C. Se denominada Bucchero pesado.

Copa y copita en bucchero.

Enócoe y escifo en bucchero nero decorados con finos incisos paralelos en banda.

Según la técnica se ha dividido también la producción de bucchero en decorado a estampa, a cilindro, inciso, o, por el tipo de barniz, translúcido.


Copa en cáliz con omphalos central, sostenida por personajes femeninos y esfinges. Principios del VI a.d.C, bucchero nero.

Pies de lekanes sicilianas.

Partida de un guerrero samnita en un escifo campano de figuras rojas.

Plato ático de figuras rojas.

La cerámica campaniense se produjo entre los siglos IV y I a.d.C. en Italia, en Sicilia, Campania, Etruria y Lazio, prolongando casi hasta el cambio de era parte del repertorio esencial de barniz negro ático introducido por colonos griegos.

Lucernas campanienses.

La campaniense A se produjo en Nápoles a finales del siglo IV a.d.C., La B, de barniz ligeramente azulado, comenzó a producirse en el área etrusca en torno al II a.d.C., para seguir produciéndose en Campania y el Lazio. La campaniense C se distingue por su pasta gris, recubierta de un barniz negro más espeso y alcanzó gran difusión en el primer siglo antes de la era, alcanzando gran difusión.

Cuencos campanienses.

Platos campanienses.

Platos de pescado.

Las sigillatas. Omitimos repetir la explicación y clasificación de estas producciones que han sido tratadas en distintos artículos del presente blog, con la excepción de las tardías.
Es impresionante el cúmulo de piezas, literalmente apiladas, de las producciones sudgalicas de La Graufessenque, Millau y Lezoux.

Sigillata.

Fragmento de moldes de terra sigillata.

Molde para terra sigillata.



Pies de vasos.

Producción industrial sudgálica.

Abundantísimas muestras de terra sigillata.

Literalmente, apiladas.

La marmorata es una sigillata especial amarillenta con aguas rojas.

Las sigillatas africanas claras C y D.
De pastas arenosas, anaranjadas a rojizo oscuro, y un recubrimiento del mismo color de calidad variable.

Cerámica africana de cocina.

A partir del siglo II d.C., las provincias romanas de Tarraconense, Bética y Narbonense conocen un momento de debilitamiento económico y, simultáneamente se produce un vigoroso despegue del área norteafricana. Parece que allí se cargaban los barcos con estas vajillas de mesa completando cargamentos de vino, aceite, trigo, garum, etc.

 Las áreas de producción fueron dos, y sus productos se denominan sigillatas africanas claras C Y D. La C ese produjo en el interior de Túnez, y la D, más tardía, llegando hasta el s. IV de la era, en Cartago.

Las producciones galas tardías son de pasta beige a naranja rosado, a veces con lametones de quemado. Su producción se centró en el Macizo Central, Rhone y Saboya.

Cerámica local tardía imitando producciones anteriores.

A finales del siglo IV, artesanos locales de Languedoc inician la producción de cerámicas engobadas y decoradas con punzones o estampillas. En el entorno de Narbona han aparecido numerosos ejemplares de estas producciones, caracterizadas por la riqueza decorativa.

Producciones de Languedoc, trabajadas con estampillado.

Producciones tardías. Copas â marli, de borde horizontal y profusamente decoradas a punzón.

Cerámica estampillada tardía con lametones de fuego.


Tinaja urna.

Además de las producciones romanas descritas, convivieron con ellas otras producciones denominadas genéricamente cerámicas comunes. De entre ellas destacan dos: las de paredes finas y las de pastas claras.

Cerámicas comunes romanas.

Vasitos de ofrenda.

Se llaman de paredes finas vasos cuyo espesor no pasa de un milímetro, generalmente cuenos y vasos. Su aspecto puede ser muy variado, los hay arenados, decorados a la barbotina, de pasta gris o negra o amarilla a blanca, como los producidos en la Bética. El centro productor inicial se localiza en Italia central, aunque hay producciones galas o hispanas. Se difunden en el siglo I para ir desapareciendo paulatinamente a los largo del segundo siglo.

Acumulación de fragmentos de cerámica común romana.

Lucerna en forma de pie calzado.

Molde de arcilla cocida par fabricar lucernas.

Lucernas imperiales.

Tinaja de cerámica común usada como urna y vasitos de ofrenda.

Las pastas claras son generalmente bien depuradas y sin engobe, en tonalidades ocre o beige a naranja, y su abundancia en los yacimientos suele estar relacionada con la concurrencia de pastas barnizadas. Junto a estas cerámicas aparecen los recipientes de almacenaje y cocina, caracterizados por su carácter refractario, y por tanto por pastas ricas en desgrasantes, pastas arenosas o caoliníticas.

Vasos de almacenaje y transporte, ánforas.

Presentamos finalmente algunas producciones de las denominas paleocristianas, de origen norteafricano, con estampillados y motivos cristianos como el crismón, la paloma, o el pavo real.
Como queda dicho, serán objeto de otro artículo, por su importancia, las extensas colecciones de estatuaria, relieves y epigrafía, encuadradas dentro del esquema del mundo funerario romano.

Lucerna paleocristiana con pavo real.

Lucerna norteafricana con el Pez.

Gran fuente estampillada.

  Espero les haya gustado esta selección del Museo de Narbona.

         En breve espero poder presentarles la excepcional colección de estatuaria y lapidaria de esta gran urbe romana.

                      Fragmento de sarcófago etrusco en terracota. Museo arqueológico de Narbona.